Las redes energéticas de Europa y Norteamérica están bajo presión debido a la adopción masiva de tecnologías con bajas emisiones de carbono (TBC).
Esta presión se debe a tres factores principales: el paso al transporte eléctrico, la electrificación de los sistemas de calefacción y el aumento de la producción y el consumo descentralizados de energía.
Estos cambios están desbordando las redes de distribución existentes, que carecen de capacidad para hacer frente a este crecimiento. En consecuencia, los operadores de la red se enfrentan a la necesidad de realizar costosas y lentas actualizaciones de la red.